Ya te has marchado, estrella pasajera,
hoy tu nombre se hace eco y te adormece,
y mientras tanto la leyenda crece:
“murió una gentilísima guerrera”.
Lloran el viento, el mar y la madera
por la ida de la luz que nos padece,
y el recuerdo amoroso que estremece
a mi pecho y a mi corazón de fiera.
Que triste es recordarte y no tenerte.
Has muerto, Edith, contigo muere el río,
mueren los ojos, la divina suerte;
el cálido palpar que aleja el frío,
la certeza de lo lindo de la muerte,
y lo que entiendo como bueno y mío.