Caricias de invisibilidad desposeídas
del cariño que tus labios entregaban
con dulzura al desvarío abrazo
de las mariposas que se envuelven en mis ojos.
Telarañas de silencios rotos,
de la oscura esencia de nuestro
respeto mutuo; en ocasiones ninguno.
Amor propio desfavorecido en favor
de crueldad ajena,
dictas las palabras que me rompen
en frágiles pedazos de sombra.
Las flores siguen secas, la tinta fresca
y el deseo todavía sigue anclándose
a la maldita puerta
de mis inseguridades.
La virtud escasea en las miradas
que, contrariadas, nos seguimos regalando
con morbosa curiosidad,
pero cargadas de un odio extremo.
Es verdad eso que dicen que arraiga fuerte
en donde fuerte fue el amor, ¿qué nos pasó?
No supimos mantener la llama
y, sin embargo,
arde incoherente el infierno que nos une
a la misma vez que nos separa.
Sigo sin entender cómo funciona la parca
que no se decide a llevar mi alma;
podría venderla,
lástima de no ser creyente…
Lamento el beso envenenado que te di,
también el tuyo.
¿Qué me dices de esta distancia
que nos mantiene tan cercanos?
Este no es el futuro que soñamos.
Queda del amor que compartimos
el refugio secreto que a orillas del mar encontramos,
aquel donde grabados quedan nuestros nombres
en una piedra tan fría
como las llamas que nos quedan
y no sabemos apagar.



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