El día en que todo volvió a ser blandito

Masajeando esa masa brusca y gris entre mis manos,

gritando por el dolor de mis pequeños nudos,

solté corrido la piedra que remordía mi presente.

Hasta que se limpió el vaso,

hasta que volví a respirar,

hasta que volví a sonreír,

hasta que volví a vivir,

hasta que volví a creer.

Es que para sanar hay que soltar,

y para soltar hay que estar dispuesta al cambio. 

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