Que de qué están hechos los poetas, me pregunta, como si yo pudiese contarle mi verdad.
Seré sencilla y me aplicaré la respuesta de Enrique Gracia Trinidad:
«Como dijo un amigo de Bécquer, somos como los demás y, a veces, escribimos versos.»
Querida, ¿deseas que te diga más?
No sé qué opinan mis compañeros.
En cuanto lo que a mí respecta, carezco de un tinte especial: este me llega cuando a quien quiero me besa de verdad o cuando huelo el mar y, entonces… escribo.
Humildad conmigo, mis fases lunares son testigo de que precisamente
de lo que yo no estoy hecha es de la nomenclatura «poeta»; menos aún de «poetisa».
Buscando el punto de inflexión entre ser musa y escritora
me quedé en tus caderas y la inspiración la hallé ahí.
Estoy hecha de ellas,
de un niño que no vuelve,
de una piel doliente
y del mes de abril.
Ahora en serio, amiga:
Te contestaste formada por pinceles y creatividad:
¿acaso en mí esperabas más?
En cuadros te proclamas expresionista;
en servilletas, escribo mis puntos de vista,
De las baterías reciclas sus parches y yo con ellos me cubro
para que más nada me dañe.
Concluyo este poema dudando de si soy artista o no
pero con la afirmación de que
yo estoy hecha de lo que escribo
y lo que escribo soy yo.
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