Un estruendo suena en la distancia mientras camino bajo una sombra en blanco y negro. Suavemente cambia, contorsionándose hacia una inaudible marcha. Una dulce melodía. Simple, como ha de ser; curiosa, lo que le encanta ser; e imperante, ¿a su pesar?
Una esquelética mano le aniquilaba a cada centímetro que recorría con una falsa sonrisa impregnada de amargura, motivada por la orden a parar. Un gran rebelde o un dictador, solo el monocromático decide; que me perdone.
Perdóname por no darle fin, por disfrutar de tus gritos, a los que ataco con mayor entusiasmo.
Si tan solo…
-¡Imbécil!
Ya recuerdo porque nunca compré un auto.
-¡¿Ser un idiota viene con la licencia o el modelo?! ¡Subnormal!
Quizá deba aprender a correr más rápido antes de volver a pasar mis llaves por el capó de un Ferrari, pero por ahora lo vale.