Cruzo el rectángulo de tu puerta,
detrás el mundo plano a veces, a veces lleno de aristas,
delante, el universo de tus curvas
donde esperas en desafiante ángulo al plano elevado de tu lecho.
Las miradas se cruzan en un punto que estalla en mil rectas
que atrapan como una telaraña invisible
tirando de mí hacia la elipse de tu cuello
que se estira en recta imperfecta.
Recorro su base deslizándome hasta el óvalo de tus labios
donde crecen los suspiros en progresión aritmética,
que me lleva en espiral descendente a las pirámides de tu torso
cuyos vértices desafían cualquier ley gravitatoria,
y una triangular lengua tangente,
que quisiera ser secante para llegar hasta el corazón
avanza el plano de tu vientre con su centro circular
que alimenta la vida y el deseo, que me pierde y me arrastra
a la bisectriz que conforma el variable
e inquieto ángulo de tus muslos cilíndricos,
y se funden dos cuerpos no tan extraños,
cóncavo y convexo, unidos en un punto en el espacio
y se me olvida la lección,
todo lo sabido y me invento de nuevo
con el ansia de aprenderte una y mil veces,
aunque confieso que en esta materia no me importa ser repetidor.
Ni ser un cateto, si me apuran, si la hipotenusa eres tú.
No sé quien dijo que las matemáticas eran aburridas sin duda no conocía esta dulce y excitante manera de aprenderlas.
Imagen de Stefan Keller en Pixabay . Editada.
👏👏👏
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Gracias por asomar Pippo
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Interesante punto de vista. ¡Me encantó!
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Halagado, muchas gracias por asomar y comentar Mai.
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Cada uno en su casa, y que la poesía mueva el mundo!
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