Se acabó. Ahora sí que se terminó.
Que se vaya al diablo ese imbécil. Voy a empezar a vivir mi vida.
Tenía razón mamá. Un mentiroso. Un sátrapa. ¡Un vividor! Porque otra cosa no se puede decir.
Me tenía viviendo en esa casa. Que todas las noches lo esperase. Pronta para él, obvio. Encima, a veces ni venía, se aparecía recién al otro día a mediodía, y yo que me callase. ¡Qué odio!
No pienso volver a esa casa, ya no aguantaba más. Y que conste, no tengo nada en contra de la que supo ser mi suegra, con ella sí me entendía en las cosas de la diaria. Pero ¡ahí reinaba lo que decía ese machista del padre! Un sinvergüenza hecho y nada derecho, que así lo estaba enseñando al maldito hijo. Yo no voy a ser parte de eso, no, señor. No nací para hembrita obediente. Ah, no.
Yo sigo teniendo a mis amigas. Hoy nos vemos todas. Y la noche va a ser muy larga. Me voy a poner linda. ¡Bah, eso era lo que decía antes! Desde ahora, voy a mostrar lo linda que soy, que es muy diferente.
Nunca había mostrado este escote. Ni mis caderas bien marcadas. Llegó la hora.
Un retoque de rubor. Ah, y los labios, no me vaya a olvidar.
Que todos me miren. Que se desvivan por hablarme. Voy a tener para entretenerme. Voy a divertirme. Yo elijo.
O no.
My affair, por Kirsty MacColl (1991). Coqueta y desafiante.
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