Nos vemos a través de la ventana:
un pasado tan impreciso que se empaña en los hubieras.
De nuestras venas torcidas se desraízan los hilos que sujetan el curso del tiempo.
Las flores se trenzan cadenas y se desenredan libertad.
Nos tomamos de las manos noventa y nueve veces ninguna
para soltarnos siempre que te quedas.
Hay un acorde en algún piano en algún lado.
Lo esperas en clave y yo lo ignoro paciente, dulce sol.
Entonan a coro las causas perdidas.
Nos alumbra mentirosa la maldita poesía.
Bésame otra vez a redoble de reproches.
Sello a penas placentero:
otro preludio de ficciones.
Mi amor,
para morirme me sobro a mí misma siempre en estas madrugadas.
Yo me sembré cerillos en la piel,
hasta el corazón lo tengo de neopreno.
Para demonios,
los que tengo escondiditos en el dobladillo de la falda.
Que te pese que nunca me conocerás los gemidos,
que se escapan de pesadillas que no puedes tener,
porque te ambiciona lo barato.
No eres maldición de nadie,
más que de ti mismo.
Hermoso texto
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