Descubrirte fue una casualidad, una suerte entre millones, de esas inesperadas que te embargan y te elevan.
¿Conoces esa sensación que te llena cuando descubres algo que no esperabas? Como cuando metes la mano en el bolsillo de un pantalón que hacía siglos que no te ponías, y encuentras un billete con infinitas arrugas. Algo ínfimo que te llena y se convierte en imprescindible. Tu comida favorita en casa de tu abuela, el olor de la colonia que tu madre usaba cuando eras niño,el sabor del café a media mañana, o ese primer beso.
Sensaciones. Placeres. Vida vivida sin más expectativas.
Así fue como te descubrí, esperando sin esperar, como ese que se acerca demasiado a ver las olas romper contra el acantilado durante un temporal, que confía en que nada le va a ocurrir y no se puede perder ese espectáculo de la naturaleza y, sin embargo, es arrastrado sin remedio bajo el agua.
Tú fuiste mi corte de digestión imprevisto, me dejaste sin aliento y llena de ilusión. Eras quien andaba buscando dentro de mí, ese pedazo oculto por la ordinariez de la vida cotidiana.
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