El verso, a fin de cuentas, abalorio,
y el poema, la pieza que resulta,
jamás comprenderán la gracia oculta
que usamos todo el mundo en accesorio.
El error de creernos grandes sabios,
nosotros los poetas, pobres niños;
apenas y rozamos tres cariños,
vivimos rezando por unos labios.
Nunca entenderemos de poesía,
la escribimos, oficio del poeta;
la pensamos como entidad sombría
y dictamos la ley de su silueta.
Preguntan dónde está, «en la lejanía»
¿Y cómo dicen que es? «Es tan secreta».
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