Furiosas,
golpetean las gotas
de una incesante lluvia,
impulsada por el angustioso viento,
y no se puede evitar asimilar
el parecido de estas
como balas fulminantes,
contra el maltrecho cuerpo de un individuo,
quien solitario e inmerso
en la borrosa y oscura noche
grita fútilmente,
hasta que el cielo se apiada de él
y le responde
con un único y penetrante sonido
que para aquel desdichado
resulta en el concierto final
de toda su ira y desesperación.