Tus piernas son infinitamente blancas,
como las trémulas ramas de los pinos en invierno.
La noche abre sus fauces negras y las nubes huyen
en bandadas violetas que vuelan juntas hacia el oeste.
Y te reís de pronto y todo se disipa.
Lo negro y violeta. Lo oscuro que abraza al viento.
Solo queda, de repente, tu risa y lo claro.
Tus piernas largas que no conocen el suelo.
Que no conocen tampoco, por desgracia,
el fuego de mis manos, el agua que brota de un beso.
¡Cada nueva entrada tuya es mejor que la anterior!
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Muchísimas gracias Henri por tus palabras!
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¡ Bella entrada regada de ternura y deseo ! Un cordial saludo.
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Kabur “al rojo blanco” 😉
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