3 minutos

Noches en la Habana

Nota: Recomiendo esta lectura acompañada de la canción titulada “Chan, Chan”, de Buena Vista Social Club.

Acontecía una noche tranquila, sin luna, bajo el color del silencio de los edificios de la Ciudad de la Habana. La brisa del Malecón apenas entraba en la atestada ciudad, de ruinas a los monumentos, de gente en las esquinas. Miradas cautivas, bajo el humo atenuante de los puros.

La jornada de trabajo desgastaba todo menos los ánimos, pues hallábamos camino del entretenimiento como gato que canta a la luna. No esperaba sino degustar un trago, en el habitual lugar de encuentro para todo aquel a quien el baile aún le tocara las cosquillas. Currantes de siempre, alegrías envueltas en acalorados pasos de salsa.

Mas esa noche habría de ser diferente, ya que cuando descorrí las desgastadas cortinas del Club Social, mi mirada calló sobre una hermosa dama, envuelta en un vestido de los que si no corren, vuelan, que bailaba, picarona, en el medio de sonrisas, luces y palmas.

No fue el giro de su falda lo que llamó mi atención. O no del todo. No fue su cabello moreno y su piel clara, declarando a gritos que no era de la zona. Quizás fue el ondular de su cuerpo bajo las notas de Juanito, el pianista. Quizás fue la seducción que desprendía al guiñar ese ojo del color de la madera oscura, lo que me hizo acercarme al grupo y, con mi trago, contemplarla.

Giros, giros, y fluir de aguas. La melodía, palpable, le acompañaba en lugar de hacerlo ella. Sus brazos en movimiento delimitaban sus finas curvas. Destilaba belleza por cada poro de su linda cara. Gotas de sudor juguetonas se la perlaban.

Y el ambiente, hágase saber, no era lo único que estaba cálido en la estancia.

Acabose pues la última gota de su hipnotizante danza, en bajadas de cabeza y revuelo de cabello. La música nunca dejó de animar corazones, de hacer leves las cargas. El tiempo pareció ponerse de nuevo en movimiento, como si también hubiese parado para verla a ella.

Y con su guiño de ojo característico pidió un trago a Don Julián.

– Has estado muy linda tú, ahí bailando.

Su mirada de reojo y su media sonrisa me cercioró de ella ser de las que se las gastaban. Curiosidad, impulsos básicos, un suspiro de autocontrol y una mirada que intentaba ponerse a la altura de aquella mirada medio divertida, medio seria, mirada desafiante. Giró su cadera, como tantas veces había hecho en su danza, y me miró entre mechones de gardenias y jazmín.

– Ay, pues muchas gracias. ¿Y quién eres tú, que aquí no bailas?

– Desde luego, si tú me lo pides, yo bailaba lo que quisieras.

Otra vez aquella sonrisa, que empezaba tanto a intrigarme. Una calada de cigarrillo, clara mirada de pícara…

– Mañana vuelvo otra vez. Quizás quieras verme entonces, de nuevo.

– Sin lugar a duda.

Y acabose el trago, con un paso sensual se dirigió a la puerta, y yo, mientras tanto, me quedé hipnotizado bajo el influjo de su falda…

Me había dejado su nombre junto al vaso.

Anna…

Al levantar la cabeza, ella ya no estaba…

Bueno… quién sabe… Quizás debería volver a echar un trago.

Después de todo, hace un calor asfixiante aquí en La Habana…

Image by elCarito on Unsplash

2 respuestas a “Noches en la Habana”

  1. Por una mujer así, más de uno dejaba el camino, y se daba a la vereda… Muy buena entrada. Un saludo.

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  2. Avatar de elcieloyelinfierno
    elcieloyelinfierno

    ¡Bellisima introducción al juego de la seducción! Tus letras; como así la cadencia en la narrativa, sutil y sensual movilizaría aun al mas híbrido de los mortales. Anna…dijiste…»Club Social»…y buehh…habrá mas de uno, para apreciar su arte y su piel perlada… Un cálido saludo.

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