En el espejo un reflejo ajeno me juzga,
sus arrugas acorralan el atisbo de una sonrisa
y los ojos pugnan contra pesados párpados,
en una injusta lucha por desvelarse
pierden, siempre lo hacen.
Pero aún recuerdo esos días,
la lluvia inundaba mi sendero,
el agua tibia me abría paso
entre las afiladas rocas
¡era el capitán!
el capitán de un enorme navío
que llamaban voluntad.
Quisiera volver a surcar esas aguas
¿y si el bote se hunde de nuevo?
nadaría sin descanso, aún
si mis brazos se desprendieran
¡dios sabe que lo haría!,
–si existiera– seguro sabría que lo haría.
Pero mi mar ya se secó,
mi bote encallado reprocha
los deseos infantiles de volver al pasado
y el motor de mis alientos
bombea la sangre justa y necesaria
para no darme el placer de morir.
Manuel Cristancho
@manuelcristanchocortes
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