Fueron víctimas tus manos
cuando me dijiste
que el tiempo cerraba las puertas
hacia antiguas heridas,
y que así acababa por curarlas.
Es imposible,
respondí,
que sólo el aire que rueda
entre las horas
haga que los vacíos de nuestro cuerpo
que fueron causados
por ausencias
y faltas de certezas
se curen de la nada.
Me dijiste que no fuera ingenua,
que el tiempo nos da la cura
cuando nos proporciona la madurez exacta
para saber que nuestras heridas
no necesitan cura,
sino voz,
para llegar a entenderlas
y dejar que se vayan.



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