Por: Miguel Ángel García García
Hablamos con uno de los divulgadores de filosofía más relevantes del momento. También escritor, editor, traductor y profesor.
Charlamos con Carlos Javier González Serrano: escritor, editor, traductor, divulgador y profesor. Carlos es el director editorial de Taugenit, iniciativa independiente de vocación filosófica. También ha traducido al español innumerables obras de filósofos de otros países, además, es profesor en universidades españolas y latinoamericanas. Aunque, tal y como él mismo señala, es sobre todo divulgador del pensamiento humanístico. Con él hemos tenido esta conversación repleta de filosofía, pensamiento y reflexión.

En el momento de la entrevista Carlos Javier estaba leyendo Cántico espiritual de Juan de la Cruz, editado recientemente por Lumen. También la correspondencia entre Lou von Salomé, Nietzsche y Paul Rée, recogida en el volumen Documentos de un encuentro. Menciona estas dos lecturas aunque nos dice entre risas que tiene toda la casa llena de libros que está leyendo. Respecto a lo que le gustaría leer en el futuro, nos comenta que le encantaría que se escribiese más filosofía, él -particularmente- quiere escribir un libro de filosofía pesimista desde el propio pesimismo.
Precisamente, pasamos a hablar sobre el pesimismo y la felicidad, Carlos Javier suele criticar en Twitter esa tendencia hacia el optimismo exacerbado, una tendencia que, según él, viene de lejos y está arraigada en nuestra sociedad debido a la idea de que debemos ser productores de nuestra propia felicidad, sin tener en cuenta que ser feliz (o no) está condicionado por muchos factores (condiciones sociales, materiales, económicas, etcétera). La deriva mercantilista de la sociedad ha provocado que los propios individuos nos veamos como bienes que producir, para seguir produciendo. El sistema hiperproductivo-consumista en el que nos vemos inmersos ha convertido la felicidad en un componente más del mercado.
Seguidamente comenzamos a hablar sobre la visión elitista/academicista de la filosofía por parte de la sociedad. Carlos Javier nos resuelve esta cuestión desde dos visiones: en primer lugar, desde la crítica al academicismo, en muchas ocasiones la academia olvida que la filosofía nace para ser compartida, no puede quedarse en monólogos de despacho. Sin embargo, a la sociedad también hay que hacerle ver que esta disciplina no es solamente para algunos estudiosos, si no que tiene mucha aplicación en la vida cotidiana de los individuos. Y es, precisamente, eso lo que hace cuando imparte filosofía en la enseñanza media: bajar la filosofía a la realidad de sus estudiantes para que se interesen por ella.
Carlos Javier recalca que la filosofía, el conocimiento en general, consiste en no dejar de hacer nunca preguntas, he ahí donde radica su importancia. Respecto a la relación entre filosofía y literatura, Carlos expresa que son dos disciplinas inseparables, que cohabitan retroalimentándose mutuamente.
En relación a los consejos para la juventud, Carlos Javier prefiere enfocar esas recomendaciones hacia las familias y docentes de esos jóvenes, les pide que acompañen y comprendan sus decisiones y vocaciones, hace hincapié en que cualquier vocación es válido y ha de apoyarse. Concluye pidiendo más becas al estudio y a la cultura, para que en ningún caso la situación socioeconómica de las familias sea un freno a los sueños de la juventud.
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