Entre tu boca y la mía nace una incipiente sonrisa, leve como el susurro del viento, suave como tu piel al roce con la mía. Nace escorada, oculta entre los pliegues de las arrugas que no la pueden contener.
Afuera corren ríos de lágrimas por las calles, desbordando alcantarillas, reclamando el curso natural que les ha sido arrebatado a nuestras manos. El torrente de emociones termina arrojándose a un vacío salado, sin ningún tipo de contemplación, inclemente contigo y conmigo.
En mis recuerdos estamos muy juntos, como nunca debimos dejar de estar, aunque la realidad sea otra y en verdad no seas más que otra capa de memoria en mi piel, que se monda poco a poco, dejándome con las arterias a plena vista, preparadas para reventar de ausencia.
Cafés para el Alma
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