Entre ceros y unos

No soy alguien perfecto y sé que nunca lo seré, soy poco más que una mitad partida por la mitad, un número cero con con cierta carga negativa y en constante busca de un uno. Uno de actitud más positiva, que convenza al cero de que Dios le bendiga y que juntos el uno y el cero hagan una pareja de 10. El cero por sí solo no es nada, es la ausencia de un ser que a veces necesita dejar espacio al vacío; hay que ver qué necesaria y qué olvidada es la privación. A veces se nos olvida que sin el número cero tampoco habría 10; tanto es así que a veces el cero siente que está de más hasta el punto de echar de menos a sus viejos amigos, los negativos. -1 parece buena compañía, al fin de al cabo a su lado cero está de diez, pero aún así se siente incompleto. Quieran o no, hay una barrera entre los dos, un tiránico guión que los separa y les impide ser ese número tan perfecto que tanto ansiaron. El número cero se siente a veces en tierra de nadie, muy positivo para los de un lado y demasiado negativo para los del otro. El cero nunca está solo; es más, se encuentra rodeado de cifras que al fin de al cabo siempre estarán ahí y, aunque pasado el tiempo toda cifra terminó con su otra mitad, el cero se mantuvo vacío, hueco y culpable de todo decimal, hasta que un buen día se reencontró con su vieja unidad. El número uno no podía separarse del cero, de lo contrario se rompería la armonía entre los dos mundos. ‘Qué más da’ pensaron, cero y uno, uno y cero, se dieron cuenta de que en realidad eran el punto de unión entre los negativos y los positivos; que aunque en aquella postura cero se sintiera como un cero a la izquierda, dados la vuelta estaban de diez. Cero y uno eran como polos opuestos, uno más bien abierto, el otro cerrado, uno de carga positiva, el otro no tanto, uno tenía claro que era de ciencias, mientras que el cero era más amigo de las letras… Lo que sí que tenían en común era la inteligencia, uno para unas cosas y el cero para otras, pero llegaron a la conclusión de que juntos y con esfuerzo podrían lograrlo. Bastaba con hablar cara a cara y sin tapujos, si conseguían encontrar la manera de comunicarse con claridad podrían llegar a ser de suma positiva. Concluyeron que no hacía falta inventar o recurrir a otros lenguajes, juntos, el cero y el uno podían conformar un código binario con el articular la fluidez de las letras mediante la exactitud de las ciencias, Y así lo hicieron, el uno se estiró hasta formar una letra T, el cero se encogió y logró ser la letra O. Juntos conformaron el principio y el fin de la frase ‘te amo’.

Poeta de luna
@poeta.de.luna
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Publicado por Letras & Poesía

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