Deshechas carreteras vagabundas:
envolvéis el dolor tan cotidiano.
Caminos de esternón desenraizado
en horas de mantel, algo de pan,
el beso de una madre, platos hondos,
y el frío que se esconde en la sartén.
Vosotras, carreteras —¡sí, vosotras!—,
vosotras no sabéis de la rutina
que forman vuestros granos de alquitrán;
los suspiros libados al arcén
son manchas de recuerdos sin abrir.
Y con todo, parece que no entiendes
que el calor es la luz de la memoria,
que no te pertenece nada más
que los bostezos romos y lunares
con los que te levantas cada día.
Y no será negarlo un privilegio:
estamos solos casi siempre, incluso
cuando un copiloto nos indica
dónde girar por la siguiente curva
Flacos huesos carcomen las cunetas
Tú desfilas como si nada importase.
Espera la alacena tu regreso,
el mantel se doblega entre sus pliegues,
y el pan se queda duro, y los arcenes
no conocen el beso de una madre.
Silvia Gutiérrez Martín
@rea_silvia_
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