Llegas, otoño, pintando de gris
el lienzo de la vida
y tras tus huellas, el ocre
de tus cielos se torna marfil
y el marfil hielo,
y en su frío el mundo se detiene.
El día se encoge y triste se refugia
la aurora en un corazón de trapo.
Las horas menguan cansadas,
la oscuridad gobierna el techo
y en su reino la tristeza se propaga.
En el jarrón, las flores muertas
dejaron sus pétalos y una promesa
sobre el jardín de una mesa descompensada.
Lloran las páginas de un libro
nunca abierto
verse relegadas a ser soporte
de un objeto inanimado
y se preguntan insistentes
si mereció la pena
no dejarlas ser árbol.
Lo mismo que las hojas, llora el viento
que trae en sus manos
el gélido abrazo de un invierno
ya alejado de las antiguas primaveras
que solo fueran estación de paso
y resignado quisiera
desamparar al otoño de su manto.
Pero el otoño no es más que otra estación
por la que transitar descalzo
y estos versos:
la ausente sombra de un cuchillo
a mi pecho emancipado.

Enrique Morte
@enrique.morte_poesia
Leer sus escritos