Tengo una variedad de emociones
descansando desnudas, tal vez bailando,
sobre una estantería blanca del Ikea
y en mi interior solo rabia,
una rabia que en su control me descontrola
y aflora y ruge a las primeras de cambio.
Se apaga el sol y se encienden mis fuegos,
no veo más allá de mi ceguera
y los gritos lanzan cuchillos afilados
a los lugares donde sé que harán más daño
y por desgracia, en esas lides,
mi puntería tiende a ser certera.
Parece que hubiera sido entrenado
por el tiempo, pero se llama ansiedad
quién me gobierna y mis rodillas
hace mucho yacen clavadas
en el suelo que ella pisa.
No sé si le rezan o piden clemencia,
pero puedo asegurar que su veneno
me emponzoña y me dirige
por negras praderas de soledad
y arrepentimiento.
Y es su hambre voraz, e insaciable.
He intentado detenerla, pero
suelta la bestia no hay correa
que detenga su frenetismo
y todos son presa, yo incluido,
y todos sirven de alimento
a esas fauces que devoran y desgarran
el interior del alma.
Y prefiero morir de soledad
a hacerlo ahogado en servidumbre.

Enrique Morte
@enrique.morte_poesia
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