Nunca nada nubló tanto mi mente como la palabra,
ni fuego, aire, mar o tierra del orbe, no, el nombre.
Quién habría dicho que la mera mención, tan nimia,
tan insignificante, llamaría la atención de nadie.
Suena como una nota negra en el pentagrama coral,
sabe a la nubes de una noche de verano levantina,
su tacto es el de los otoñales campos de mi tierra
y al temprano estío del tardío mayo, es como huele.
Nubarrones, neblinas, lunas y lunares del noctocinio
cuando la enmudecida nada nada en la punta palatal,
se aventura, navega y embarca en el no de los niños
empero el gerundio oscila entre el ser y la eternidad.
Divina comedia coronada por tu hermana virgulilla,
nos une, renueva, engarza en y hacia la hispanidad,
esa lengua que recorre los recovecos de mi Navarra,
que me mima, me mina, que me enerva, me enfada.
Oh, tú, decimocuarta, que no por nada enloquece,
no por nada aluniza y con quién por cierto alucino,
tan undécima pareces que a la décima campanada
la del ‘siempre pero nunca’ ando abriendo caminos.
Pensarían los gentiles que honores no se le rinden,
que perfume, lavanda y brea restan al ras de la tierra
o a la altura del betún. Pero lo que nunca se nos dice
es que cada fonema,
cada acento,
cada letra
siempre
porta
más.
¿Y a ti?
¿Qué letra te hace vibrar?

Poeta de luna
@poeta.de.luna
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