La marea alta
se lleva los barcos sin advertir.
Estos sufren las tempestades,
la insolación, la falta de provisión
y el naufragio.
El barco no se hunde por el agua a su alrededor,
sino por la que, con herida en la madera,
perfora sus adentros.
Las aguas anidan monstruos
que acechan la concepción ordinaria,
y los tripulantes son asediados por estos seres
que a lo mejor no existen… O no deberían existir.
Muchas veces encontrar una isla desierta
es mejor que estar en medio de la mar inmensa.
Navegar en una dirección,
sea la que sea,
será mejor que quedarse estático, solo ante el movimiento de las olas,
a menos que se conozca el arduo oficio de la pesca.
Solo sé que el mejor destino,
es el insospechado viaje,
el temor ante el extraño paisaje,
el solicitante recorrido.

Daniel Esteban Aguirre
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