A cuerda funciona este viejo reloj
que se llama paciencia,
que no oscila en adelantarse
agigantando vigorosamente sus pasos.
A estimas de no quedarse atrás,
se asoma por allá el tiempo,
como artilugio atemorizante
finiquitando la concepción misma
de su propia existencia.
A veces se pierde la cuenta
cuando la reiteración se lleva a cabo,
cual vigencia sin reparo
tras una tracalada de arrepentimientos
que no pueden ser nombrados.
A esperar se ha dicho,
de nuevo hilando fino
por los senderos baldíos
del tramo inconsciente perdido,
el de hacer desear el trayecto
por cuanto queda recorrido.
