Y aún se cuentan los días,
las tardes sin cantarte.
Y me caigo de bruces
y se me escalda el cuello
con solo recordarte.
Que su aliento vital
es un templo infernal
donde poder tiritar
antes de irla a besar
si es que puedo cantar.
Mas no os confundáis,
a ella nunca veréis
retocar su soberbia
entre arranques de lino y seda
o ligeros perfumes de almendra y brea.
Su voz es un cristal filoso
que refleja el mirar ocioso
del que lastima y de ella se queja
por el embrujo de su temida
autoestima y fuerza de mujer.
Sus gestos, sus maneras,
¡su más impía feminidad!
es un puñal tras la fatiga,
un arranque de sangre e ira
y un desgarre a carne viva.
Lo que arde por dentro,
el afónico y bombeante
hollín que toses sin ahogarte
en la humeante espina ocre
que te inserta en cada llaga.
Que mastica clavos y astillas,
vomita puñales ante tus males
entre gritos, súplicas y agravios:
mística hembra, dulce diablesa,
hágase en mí según tu voluntad.
Poeta de luna
@poeta.de.luna
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