A esta soledad sin nombre,
húmeda noche callada,
suplico su perdón y su clemencia.
A esta sal sin heridas,
enjambre de flores muertas,
quisiera versarle la suerte.
No puede el tiempo exprimirse
y convertir la ausencia en suspiro,
no puede la tristeza, ahogarse
en su propio mar y abandonarme
como se abandona al náufrago
en islas desiertas de afecto.
Palabra impía la de este hombre
que se atreve a versar en silencio
sin escuchar la calma,
maldita la ironía que no entiende
de tejer el alma con su abrazo
y en su sarcasmo duelen las ausencias.
No hay valor ni trazo
en este supuesto incandescente,
en este miedo espinado
que me atrapa y me consume
como el aire a la materia viva.
Óxido el metal en mi sangre,
río de muerte tardía,
que me aferra a la servidumbre
del oxígeno y la muerte.

Enrique Morte
@enrique.morte_poesia
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