Ni en la cima abisal de un rascacielos,
ni en la mina de oro de Mponeng,
ni en la sacra inocencia de un «te quiero»,
ni en los ecos de un mudo «déjame»,
ni en los besos de los enamorados,
ni en los labios de una prostituta,
ni en la invicta esperanza del soldado,
ni en su enjuta certeza de volver,
ni en el rezo a la nada del ateo,
ni en el vuelo sin alas del creyente,
ni en el néctar opiáceo de la siesta,
ni en la hoz insobornable de la muerte,
ni en el tráfico lento de los siglos,
ni en los prestos atajos de un segundo…
Todo ello, a solas, desafina,
pues en todo, sinfónico conjunto,
vive la vida.

Antonio Ríos
@antoniorios.poesia
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