Mateo, como todas las mañanas,
sale a pasear al perro,
puntual como un reloj
a las siete y cuarto
y no sabe que es el perro,
puntual como el reloj,
el que sale a pasear a Mateo
cada mañana a las siete y cuarto
con miedo a que sus labios urgentes
busquen el beso equivocado
de una dama cualquiera
que no sea su mujer.
Aunque ahora es el perro quien no sabe
que Natalia se marchó
y no por la puerta.
No sabe que no regresará
a por esos labios que la esperan
ni que está perdiendo el tiempo
cada vez que en el umbral
sentado aguarda su llegada.
No sabe que es Natalia
y no Mateo,
quien perdió la vida en un paseo
a las siete y cuarto en la mañana,
puntual como un reloj.
Enrique Morte
@enrique.morte_poesia
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