Escuché el abrirse de los pétalos de una flor
donde las ninfas de Judea perfuman con su calor
los feroces sueños fucsias que mal-sueñan el veneno
del joven celta tuerto, ya dormido entre sus pechos.
Quien conoció lo más profundo amó lo más vivo,
quien ame lo más vivo él mismo nunca morirá,
quien se deje amar curioso, con gracia impregnará
la ferviente curiosidad del inocente niño chico.
Joven de ojos glaucos, alma inquieta y pura lumbre,
he visto atacar naves en llamas más allá de Orión,
rayos-c brillar cerca de la puerta de Tannhäuser
y balar ovejas mecánicas en los sueños del androide.
Cayó el último cerezo de la primavera de Kioto
al quebrarse el cielo y, roto, caerse cacho a cacho
cuando el cordero de Dios desobedeció y, borracho,
entre las piernas de una ninfa encontró la redención.
Duermen con desgana los violentos sueños fucsia,
suspiros en el viento, lágrimas en la lluvia,
con la poética perdida en las cenizas de Alejandría
siete lenguas animales, lenguas de fuego invernales,
por vez última atisbadas
en la celeste parestesia
llenaron de gozo y gracia
la iglesia del poeta
donde todavía se avista
aquel relámpago azul.
Poeta de luna
@poeta.de.luna
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