Las sirenas desoyen
el candor de la aurora,
es su piel un murmullo
de quimera en la noche.
En sus sueños caminan
sobre prados de hortensias
y en sus pies la inocencia
se declara culpable
de beberse el olvido
que germina en el viento,
de rozar con sus dedos
cada charco de estrellas.
Las sirenas esperan,
como espera la nieve,
un milagro de soles
que deshagan su frío,
que los mares se quemen,
que naufraguen navíos
en las fosas saladas
de su azul corazón.
¡Oh, los hombres! ¡Oh, el canto
de este amor peregrino!
¡Qué vaivén de destinos!
¡Qué desvelos en flor!

Antonio Ríos
@antoniorios.poesia
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