Impasible presiento
la cadencia de la vida,
desprotegida, esa desventura
el pedirle al tiempo un favor
y obtener, naturalmente,
objeciones a cambio.
Me desvisto de ansias,
me fomento de irrisorias ilusiones,
me desbordo de flagelos,
me anestesio por esperar
todo lo que tenga que esperar
para colmar la paciencia
que nunca se acalla.
Sabrosa solemnidad menguante,
desconozco de sus efectos
regocijándome en el descuido
suscitado así de misterios,
de extrañeces, de avaricias.
Pesimismo atolondrado,
resarcimiento desprejuiciado,
retrógrado acobardamiento totalitario,
absolución mediada por la ignorancia,
aforismo metamorfoseado
en cantidades dictaminadas
por un presagio mortal
colapso infinito de inquietudes
sostenidas por un eterno delirio.
Heredando dudas como estandarte
sembrando abastecimientos
lo suficientemente efímeros
como para subsumir desconfianza
en forma de letales dosis letárgicas,
desalmadas tácticas consecuentes
propias del paso del tiempo.