Anoche,
Entre la humedad y la niebla,
Sentí un cuervo hambriento
Hurgando con su pico
El material onírico contenido en mis sienes.
Excavaba entre fósiles,
Taladraba las placas tectónicas de mi psique,
Hasta que ví sangre:
Sangre marcando un surco descendiente
Entre mi entrepierna.
En el aire flotaba el hedor a pérdida
A sangre machacada.
La angustia se alzaba como un iceberg,
Obstaculizando el paso del aire
Entre mis vías respiratorias.
Todos mis deseos primitivos,
Heredados;
Todas esas esperanzas imprudentes
De resucitar en otra carne,
De abrazar mi esencia
En otro cuerpo
Que fuera, a su vez, mi cuerpo,
Fueron abortados.
Quise cargar tus hijos,
Sostener su milagro
Con la fuerza de mis caderas
Hacer un hueco en mi existencia
Para albergar el llanto de la vida.
Quise poner mi juventud y pasión
Al servicio de la biología,
Y permitir que te deslizaras en mi interior
Para germinar una primavera
Con olor a libertad.
Pero la civilización asfalta y sella
Sin piedad
Los milagros.
Entonces,
Veo morir a nuestro hijo.
Entre mis piernas se desliza,
Se escapa.
Mi anatomía no soporta,
No nutre:
Siente miedo
De que el deseo entrañable
No pueda con los devenires mundanos.
Logro despertar
Pero no sacudirme
Otra muerte del cuerpo.

Dorita Páez Giménez
@mariadoritapg
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