La mañana,
que se va enredando silenciosa en las cortinas,
que se ha encontrado tu desnudez, tendida y huérfana,
sobre el funeral aún caliente de la noche,
en una cama para dos demasiado vacía.
Afuera los vivos se dejan arrastrar al son de la urgencia,
—La tierra ya arde— a nadie le importa
si a la calle le crecen las sombras,
como crecen frágiles las promesas engarzadas al crepúsculo.
Madrid bien vale una misa y dos desahucios
en esta mañana cualquiera de cuchillas,
y todavía escuchas el sórdido canto
del frío al otro lado de la frontera de tu cuerpo.
Al fantasma, que se hace fuerte en la mitad vacía
del armario, le da igual que averigües
qué palabra define el lapso
entre la paz y relámpago, ese momento exacto
antes del naufragio, antes de sepultarte en un mar
que solo conoce sus propios secretos.

Pedro Antonio Sánchez
@eorlinga_pedroantsanchez
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