Alza su mirada
y se extravía entre las nubes amorfas
que se abren velozmente
por debajo de la bóveda celeste
perforando un territorio inconquistable.
Lo que alguna vez fue El Olimpo
gobernado por deidades supremas
ahora suplica renacer del olvido y la codicia
reclamando la potestad de un tesoro arrebatado,
ése que les pertenece.
Sobre murallas cautivas
que levantan su temor escondido en cada bloque,
testigo de un pasado remoto
a la espera de una absolución
que no admite condena.
Ansioso por una cura que no postergue su vida
por el ataque que agota su dolor fortificado.
Una cruel verdad,
un territorio de batallas donde entierra su derrota.
Una sombra que se convierte en refugio
tan cercano que lo ahuyenta
martirizando cada parte de su vida.
El último aliento que no cesa
deja al desnudo un respiro inquietante,
aroma indescifrable que acorrala el aire
y lo reduce en mil partículas,
desdoblándolo en sus elementos
antes de la muerte.
Resucita su mirada extraviada en la narcosis
mientras lo contempla su guardián,
se desvela y se entrega a su custodia
sin reservas,
receloso de un sueño indefenso
alejando los espectros que lo atemorizan.
Envuelto en su manto agónico
¡Basta ya! ¡Libéralo!
incesante clamor sobre sus ojos
escasos de paciencia
y plagados de egoísmo.
En la proximidad de su piel
corren lágrimas sobre su pecho
lágrimas que se combinan
sus manos, se funden y se confunden
al levantarse son una sola.
Amor que se descubre por sí mismo
se comparte y amanece
con cada despertar sobre sus ojos.

Kervin Briceño Álvarez
@prisonerofideas
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