Quizás es bello, también, no saber. No saber nada, pisar la tierra con la primera ignorancia. Pero no tardan en saberse las cosas, para bien o para mal.
Ana María Matute
Una vez
fue un cachorro
pero ahora sus huesos son grandes,
tan grandes que se escapan casi
de sus pómulos, que le dan
apariencia desnutrida.
Una vez fue un cachorro
y la alegría
reposaba en mundos imaginados
desde el silencio de su habitación.
Tenía un sueño solamente:
una inmensa playa blanca, unos pies
descalzos.
Una vez fue
un cachorro.
Todo transcurría
despacio,
dentro de una espesa nube
en un día de bochorno.
Las tormentas
gritaban a lo lejos sus truenos iracundos,
pero él no oía aquel terror:
sus oídos apenas nacían para escuchar
a la madre, el murmullo de la oscuridad, el río a sus pies.
Una vez fue un
cachorro.
Pasaba sus largos días
abrazado a un haz,
sin temor y sin condena.
No comprendía
que el mundo no cesa,
que la infancia es
un pasadizo largo y misterioso,
que esa gente grande
fue niña también un día y que los niños
se pierden, se pierden todos,
inaccesibles a la memoria.
No comprendía pero veía
una luz.
Sus huellas eran
pequeñas e indecisas y se han borrado.
¿Cómo encontrar su inocencia?
¿Cómo prolongar la curva errante
de sus pasos hacia la estrella?

Fernando Benito F. de la Cigoña
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