Amada mía, do quiera que estés:
En tu perfume el viento me recuerda a aquellos tiempos maravillosos cuando caminábamos juntos, abrazados ante el firmamento y el océano, celosos por nuestros constantes besos y caricias compartidas. Y es por eso que el paseo marítimo y la costa no me permiten olvidar lo sucedido, esa maldita grieta que poco a poco se acercó entre nuestros pasos, siempre silente y tajante, sentenciándonos a un futuro incierto inesperado.
Sigo sin entender el punto donde perdimos, casi siempre aposta, nuestros mejores días, todo por la simple torpeza de no saber hablar pequeñas diferencias. ¡Si lo hubiéramos sabido en su momento!
Todavía lo recuerdo… Un sol varado inerte a nuestra izquierda. ¡El maldito fue testigo y jamás nos lo dijo! No nos alertó, nunca nos previno, y mudo, eternamente y enteramente mudo, únicamente vio cómo nos alejábamos defraudados el uno del otro.
Ahora que recuerdo aquellos días pasados, mis lágrimas inundan mi alma. Eterno atardecer el de esa cuerda, aquella que me pedía terminar con mi vida a cada momento que pasaba. Sin ganas de vivir, sin ganas de nada, como un muerto en vida por la calle, de soslayo a miradas tan angostas sentía que la gente me juzgaba por tan grande estupidez que hicimos: quienes alcanzamos un amor extraordinario en este mundo, jamás debiéramos dejarlo perder.
Y así pasaron mil noches mil días, entre desear la muerte y desearte a mi lado, hasta que la desesperación hizo presa de mí y despedacé todo resquicio de mi ego: ¿Para qué vivir si no te tengo? ¿Para qué morir si no es contigo? Y fue entonces que al calor de una voz tenue, que imposta decidí escribirte estas líneas rogando tu perdón, esperando olvides nuestras faltas y volvamos a ser los de antes: siempre juntos, siempre amantes.
Espero tu respuesta cierta, amada mía, pues la manzana de la locura cada noche se acerca incierta. Devuelve tus besos a mi boca antes de que muerda. No quiero que llegue la perdición de la poca alma que me queda.
Si he de morder algo, ¡deseo sean tus labios! Pues es ese mordisco cariñoso lo que más ansío en estos momento de mi vida, pues sé que aún es ese recuerdo el que enciende en las noches nuestro fuego, a pesar de la gran distancia que nos une, abrasador, sincero y tan hermoso, no quiero volver a perder tu presencia ni tu memoria constante en mi pensamiento. Todos esos hermosos lazos que tuvimos y que de nosotros hace el lindo juego de sabernos aún vivos hasta el momento. Sé que aún me amas y sabes que aún lo hago con vehemencia. Y es por ello que hoy te escribo estas líneas: para reencontrarnos con ese momento que, de amar con un amor tan asombroso e inacabable, la vida se transforma en única, trascendente y extraordinaria.
Esperando me perdones y olvides nuestras faltas, ansío con todas mis fuerzas regresemos a nuestro amado juego, mismo que nunca lo dejamos para luego. Y el mismo que algún día fue y no debió de terminar jamás.
Tuyo por siempre, tu amado.
P.D. Inspiras tanto a mi alma adolorida, que una misiva no me resultó suficiente: urga entre las líneas de la presente, separa las frases marcadas, y en la formación debida, encontrarás hermoso soneto dedicado a ti, mi bella amada.

Enrique Morte
@enrique.morte_poesia
Leer sus escritos

Alex Arana
Leer sus escritos


Deja un comentario