Los árboles me ven pasar,
guardianes de mi fortaleza,
viejos acompañantes
de mi devenir existencial.
Expresan, en la lengua del viento,
todo lo que esperan de mí:
agua y amor, repiten;
austeridad e ilusión.
Donde nunca llueve
hacen falta lágrimas.
Me dicen que detenga la marcha,
que descifre el arrullo de su follaje
y que no tema,
mi tacto, de sus astillas.
Quieren colonizar mi piel
y volverme parte de su corteza.
Beso sus raíces,
y caigo en el letargo
de un eterno recorrido
hacia el centro de la tierra.
¿Soy joven?
¿Qué es ese filo que me besa los talones?
Los hombres no inventamos el mundo;
a nosotros sólo nos pertenece el tiempo.

Dorita Páez Giménez
@mariadoritapg
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