No,
ya no duele la luna vacía.
Las estrellas profundas, silentes,
ya no son proyectiles de muerte,
ya no escupen
tu nombre de plomo.
No,
ya la brisa no viste tu aroma.
El murmullo de notas lejanas
ya no muerde el cráter de mi pecho,
ya no sangra
dentro de mi sangre.
Sí,
aún sé que existes… Sí,
todavía me cuelo en tus recuerdos.
Pero no,
ya no eres la luna
y el aire
y el cielo.
No eres más
el gusto
y el tacto
y el oído
y la angustia
y los lamentos,
y las horas todas
de un reloj siniestro.
No,
ya no quiero que vuelvas
hiriente.
Sí,
ya agradezco tu ausencia
que cura,
ya me hice aliada
del tiempo.

Ana InVerso
versoinverso
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