Los últimos versos

La magia ha terminado para siempre.
Sólo queda una luz
cegadora, un instante,
el eco de palabras nunca dichas,
la memoria del sueño y su latido.

No sé de dónde sale tanto olvido,
tanta imposible queja,
tanta amarga ceniza,
tanta podrida estrella…

La vida es un extinto jeroglífico;
la trama, envejecida y misteriosa,
del hombre que edifica sus deidades,
su éxtasis, su tormento…

Del fracaso y sus márgenes,
voy sorbiendo el veneno;
me alimento del daño, del infierno
que ausculto, día a día,
buscando esa dolencia, ese trastorno
que sustenta el murmullo de la nada.

Se escuchan, a lo lejos, esas voces
que reclaman por todo lo perdido.

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