Cuando el niño más pequeño vio en la sala decorado
el árbol que en Navidades su madre había comprado
exclamó lleno de gozo y casi rompiendo en llanto
“Mamá mamá, soy rico! El Niño Jesús me regaló un Arbolito”.
Los amiguitos visitarán el árbol para verlo encendido
y pedirán uno igual a sus padres el año que viene,
unos padres que piensan cómo cuadrar el sueldo
de las quincenas que vienen y ya deben.
Y brillará en Navidad un árbol con lazos de tela
en la casa de un barrio de una república cualquiera
alimentando los sueños de un niño risueño
aumentado la envidia de todos los vecinos.
Creerse rico, por poseer un simple árbol
que fue un viejo artilugio de los años traspasados
es una ocurrencia tierna para un niño de seis años
que esconde una de las verdades más crudas del año
Muchas veces olvidamos el valor de las cosas
hasta que nos muestran que al final no son valiosas,
podemos vivir sin adornos, podemos vivir sin regalos,
pero un plato de comida debemos tener a diario.
Nos parece una trivialidad esto de la Navidad,
es normal que todo el mundo quiera renovar y pintar,
hasta los que tienen zinc quiere cambiar esas tejas,
que lástima que el dinero no les da para la cena.