Brota de nuevo la sangre de mis heridas, supurando miedo y desesperación ante la inmensa soledad que deja tu vacío. Todo me pierde y me enloquece, abandonándome en la indolencia de mi suerte. La rendición ronda la mente como un sombra maldita.
Pasos insolentes en el suelo errático de la memoria, que torturan la razón y el sentimiento. La desidia es una opción cercana y nada me impide bajar los brazos ante los tropiezos continuados. La boca me sabe a sal y las lágrimas apenas brotan de mis secos ojos.
¡Ya no pueden más mis anhelos! ¡Ya no siento el alma en la garganta! De puntillas me izo para inspirar tu esencia pero apenas me llega la cordura para suplicar un poco más de aire, una pizca más de compasión o una gota minúscula de tiempo. Nada puede con ese minutero impertinente que me mira con desprecio.
No puedo más, estoy cansado y mi camino se me hace eterno, entre la niebla de un presente espeso y un mundo por recorrer. Necesito un descanso, un suspiro, una palmada en la espalda o quizás un poco de suerte.
El viento sopla a su antojo y hoy mi nave va a la deriva de una noche cerrada y pendenciera. Mañana será otro día.



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