I
Creo recordar tu voz hablándole a los pinos
donde el viento se detiene a conversar con las ramas.
Hay un espacio de silencio, sin embargo,
que le duele, sin duda, a mis acentos,
porque callo y miro tus perfiles
que mueren en las horas que nos quedan.
Han contado los minutos —lo sabes y me miras—
pero, hay más, han contado los años,
también los años, que se derriten en el tiempo.
Queda poco. No sé cuánto, pero poco queda,
y el tiempo se consume por un sumidero
que tiene el infinito.
He callado, mientras la luna ha resbalado
por encima de las cumbres
y regresamos con los ojos repletos de estrellas.
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