Danza en la tormenta

Florecía cada noche bajo su boca, abierta en canal hasta el alma y un poco más abajo. Vulnerable y despojada de toda piel.

Su cadera en unión perfecta y en línea continua con la de él, como cielo y mar en el horizonte, inseparables a pesar de las tormentas de verano que oscurecen al primero y encabritan al segundo. Se fusionan una y otra vez en un baile sin final, dependientes ambos para tocar el cielo y bajar a lo profundo del mar.

Cada vaivén de ambos provoca el estallido de la noche abierta y estrellada ante sus ojos. Porque entre ambos nace vida, crean y destruyen, todo a la vez, sin orden ni concierto. Recorren un camino de ida del que no podrán volver si no es con el alma en llamas y el corazón en las manos.

Pero su tiempo es limitado. Conservarán en la memoria demasiados pocos amaneceres enrollados en el otro, buscando aquello que tienen delante, ciegos a lo que se evaporó en la humedad de la noche.

Como se les disipó el amor sin enterarse.

Publicado por Andrea

Un cappuccino, mis libros, una puesta de sol naranja y el mar: momentos que no tienen precio.

7 comentarios sobre “Danza en la tormenta

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