Siempre me pasa lo mismo.
Tengo la maldita costumbre de cerrar el libro medio abierto
encima del polvo de la mesita de noche
y con las caricias a modo de preaviso
a un insomnio indeseado.
Lo reconozco, no he sabido quererte bien.
Siempre he sido de caer por la orilla de la cama,
esperando una tus heridas dentro del pecho,
para inspirarme a escribir un simple poema
que habla de un mundo o una historia
que me rompe como un cristal cuando lo golpean.
Pero no te engañes.
Yo era más de retorno a capítulos
en donde tú eras protagonista de una triste historia
llena de deseos e intenciones a medio de punto de partida
en donde ninguno de los dos
sabíamos lo que realmente era enamorarse.
Así que por eso,
te escribo como Frobisher a su amado y otros amores ceniza,
como todos los días a modo de rutina
y a las tantas de la noche.
Pero no sé enamorarme de ti,
aunque lo reconozca,
aunque te necesite
y lo esté.



Deja un comentario