Ella entregó su libertad con alegría, mientras su captor se jactaba de haber atrapado a un ejemplar tan dócil y de tan gran belleza. Pensaba que ser amada significaba hacerse presa de algún cristiano que quisiera quedarse a su lado por toda la eternidad, que los celos excesivos eran una muestra de aprecio y de sana preocupación y las atenciones que recibía no podían compararse a los momentos en que se peleaban, después de todo, las parejas discuten siempre ¿no?
Se fue de casa sin terminar los estudios de bachiller porque él la convenció de mudarse juntos lo más pronto posible, argumentando que vivir fuera de su país era lo mejor que podía pasarle, que una mejor vida le abriría los brazos en el extranjero llena de oportunidades. Se dejó guiar de la mano que se aferraba a ella con la esperanza en el pecho de seguir estudiando y algún día trabajar para enviarle remesas a su familia.
La diferencia entre ambos países era evidente, inmensos edificios que tocaban las nubes, amplias calles y un tránsito decente contrastaban en su mente con su barrio humilde con casitas de zinc y calles sin asfaltar. La casa donde se mudaron era espaciosa y frente a ella había un parque donde los niños de los vecinos salían a jugar. Se acostumbraba poco a poco al clima y al cambio de humor casi repentino de su pareja, sobre todo si ella le pedía permiso para llamar a su antiguo hogar.
Cada semana que pasaba crecía la insistencia de que permaneciera en casa el mayor tiempo posible, se le negó incuso que fuera a la escuela, alegando que como no sabía el idioma no podría comprender. La computadora era de uso restringido para él, así como el celular y el dinero. Ella intentó apegarse a las reglas, pero en su interior sabía que algo estaba mal.
Las vecinas se convirtieron en amigas a las que de vez en cuando les pedía el teléfono para llamar a sus preocupados padres que temían por su suerte. Intentaba esquivar las preguntas incómodas sobre su vida en pareja y las razones por las que no frecuentaba lugar alguno en la ciudad. Así pasaron los años, con la monotonía por delante y uno que otro ojo morado que tenía que ocultar.
Con el tiempo descubrió que el amor no oprimía los corazones y quiso huir, tirar por la borda el pasado, pero ya era demasiado tarde. Quedó entre la espada y la pared cuando él amenazó con tomar su vida y apuntó el rifle a su cabeza. El miedo la hizo retroceder y rompió a llorar al tiempo que un sudor frío recorría todo su cuerpo. Él, al verla en ese tétrico estado, se abalanzó contra ella, la abrazó y le rogó que lo perdonara, la misma escena que interpretaba luego de que le gritaba o la empujaba.
Esa noche él insistió en hacer el amor. Ella tenía la mirada perdida, se detenía en cada detalle de la habitación y le venían visiones del pasado, cuando sonreía y pensaba con ilusión en el mañana. Cada caricia diluía la emoción que recién experimentaba y llenaba de frustración lo que quedaba de su alma marchita, cada segundo que pasaba su mente ideaba una nueva estrategia para escabullirse a su tierra natal.
Ella esperaba un futuro brillante en los brazos de un hombre que la amara, pero el temor fue más fuerte y ahora duerme al lado de aquel que le cortó las alas. Sus lágrimas bailan al recordar que sus sueños murieron el día del “sí”, murieron a cambio de nada.
Estremecedor…, y tan real…
Muy bien reflejado
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias
Me gustaMe gusta
Hay que tener mucha valentía para patear el tablero… aún sabiendo que es lo que hay que hacer. Muy bueno el realto, mucho para reflexionar.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es una triste realidad,que viven muchas mujeres ,oprimidas por quienes deberían de cuidarlas ,es conmovedor , que a cambio sueños malogren su realidad.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me ha encantado un montón.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Jenni, me alegra que te haya gustado
Me gustaMe gusta