Ella está rota por fuera y por dentro, sin voluntad para recuperarse, ni razones válidas para hacerlo. Su débil lucecita tintinea en medio de la oscura habitación del hospital, amenazando con apagarse de repente y abandonar el mundo de los mortales en angustioso silencio, mientras su mirada, fría y pálida, se mantiene fija en la pared blanca más cercana.
Su cuerpo y corazón están despedazados y ya no pueden ensamblarse por su cuenta, aún así, ella sigue rechazando la ayuda de los que queremos salvarla, nos considera soñadores empedernidos, nos acusa de no entenderla y se hunde más en su miseria, abandonándose al destino final como si fuera la única manera de encontrar la paz, cruzando los brazos resignada.
La conozco desde hace tiempo y siempre he admirado esas ganas de salir adelante a pesar de que la vida le planta dificultades, pero supongo que ningún Aquiles se salva cuando alguien toca su talón. No importa cuántas veces le he hecho saber que cuenta conmigo, que estoy a su entera disposición, ella se niega a contarme sobre las nubes negras que empapan sus pensamientos.
Está vez, sus pies han vuelto a fallar provocando una nueva lesión de la forma más ridícula: se dobló el tobillo subiendo a su departamento y cayó escaleras abajo, todo porque no tuvo cuidado al pisar un escalón. Ahora está en cama, deprimida porque no aguanta la gastritis, sufrió su segundo pre-infarto en un año, el tobillo le arde del dolor y encima de todo, el «amor de su vida» se acaba de esfumar.
La tristeza se coló en su interior, sellando su alma ante cualquier otro sentimiento que no produzca dolor. En sus ratos libres se entretiene recreando los fantasmas de sus pesadillas y desgastando su autoestima, porque ha olvidado que la enfermedad es pasajera, o al menos, controlable, porque se ha enfocado en destruir poco a poco ese espíritu que la hace tan inusual, empañándo sus ojos de lágrimas.
Ella es una muñeca, una de porcelana que perdió el sentido y no ha sabido encontrarlo nuevamente. La han dejado caer tantas veces que se le ha olvidado como tomar las riendas para seguir adelante, obsesionándose con los trozos de su espíritu que caen con cada nuevo golpe de suerte, sin darse cuenta de todo lo que ha logrado, todo lo que puede lograr.
¡Guau! Me ha gustado esta historia de la muñeca que se llenó de tristeza… A veces necesitamos de gente que nos saque de ese agujero negro y poder seguir luchando. Gracias por compartir. ¡Un saludo!
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Me alegra que te haya gustado y sí es cierto que a veces nos hace falta una mano amiga que nos permita ver la luz al final del túnel.
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Las enfermedades nos rompen en pedazos, al enfermo y a los que nos rodean. Lindo texto. Saludos.
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Es así, pero no hay que perder la esperanza porque es lo único que nos mantiene en pie para enfrentar lo que venga.
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BUIEN RELATO
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Me alegra que te haya gustado
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INTENSA. ME HA GUSTADO MUCHO. UN CORDIAL SALUDO
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Me alegra que te haya gustado
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