He hallado el secreto de la muerte,
ya nada me esconde bajo su velo,
el cuerpo del alfiler está oxidado
y una gran quemadura es su rostro.
Las piedras sangran insectos y agua,
solo falta la intuición de los niños
para salir ─victoriosos─ de la isla.
No se divisan ríos, tampoco charcos.
Como vendavales recortan la costa
danzas marinas de un fuego frío
que brama, que enmudece, que asola.
De la muerte he hallado el secreto:
atormentarme con la esperanza,
dejar que lluevan caracolas vacías
y nadar solo hasta lo más profundo
para regresar con agua muerta a la isla.
Me preguntarán si verdaderamente
la demencia ha arañado mis pupilas,
si lo que veo es solo el sueño triste
de un filósofo con ganas de otra guerra.
Lo afirmaré sin temor a las represalias,
sabré que aquí la muerte es mi aliada,
me vestiré con el cadáver de la vida y el mar.




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