Te sirvo mis miedos
en las muescas de las manos
mientras te comes el carmín de mi boca.
Me robas la pureza,
por considerar que tengo demasiada.
Juegas a ser el Robin Hood de mis sábanas.
Esquivas mi ausencia
montando yeguas desmelenadas
con mi perfume.
Pero
sin
mí.



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