Una vez soñé vivir para siempre
para realizar los sueños que hace tiempo perdí,
mas la vida me ha hecho consciente
que solo se valora lo que tiene fin.
Si la flor nunca se marchitara
no tendría gracia que pudiera florecer,
si el amor nunca se marchara
nadie buscaría alguien a quien querer.
La belleza es efímera en todos los casos
para que la contemplación no resulte aburrida,
porque el cambio mantiene la curiosidad atenta
y el paso del tiempo dinamiza la existencia.
Un inmortal vagaría por el mundo
sin oficio distinto al que desee en su interior,
pero en su alma estaría moribundo
por el recuerdo de aquellos alguna vez perdió.
Las horas se hacen cada vez más cortas
cuando miro de reojo al viejo reloj,
intento correr para alcanzarlas todas
porque a cada minuto se avejenta mi canción.
Ya no pienso en aplazar la muerte,
porque no en vano he aprendido mi lección:
de nada sirve ser eterno viviente
si una idea perdura más de una generación.
Mi meta es ahora que mi voz se alce
por los confines más altos de esta región,
que todos los mortales puedan escucharme
y recordar para siempre el eco de mi corazón.