Si echar de menos es perder el tiempo,
es robar minutos
al crepitar del silencio,
es matar a besos
el baile del mañana,
es partir a balas el desgastar de la palabra,
por qué me ato las cuerdas de la esperanza
a las muñecas,
las del desasosiego
a los tobillos,
rompo los cuadros que expresan continuidad
y quemo los libros
que hablan de impaciencia.
Si echar de menos es perder el tiempo,
por qué aunque te veo en mi café
con doble de azúcar de cada mañana,
los desayunos han dejado de ser divertidos,
por qué el viento sopla a mi espalda
y entre mis pestañas al mismo tiempo,
por qué se me hacen
eternas las horas
que relleno a base de vacíos
incompletos de tu risa,
de cuerpos que engañan y no encajan
ni con el mío ni conmigo,
ni mi forma de respirar,
ni con la que acostumbro a querer.
Si echar de menos es perder el tiempo,
por qué se me parte el pecho
cuando te pienso y a cada segundo
me agrieto un poco más,
por qué desgasto hoja y verso
contando las paradojas de tus labios,
entreteniéndome en tu forma de reír
o en la de acariciarme los miedos
las noches de tormenta.
Si echar de menos es perder el tiempo,
dime por qué tantos años más tarde
sigo buscando tu brillo de mirada entre la gente,
sigo besando el nudo de ocho
que nos grabamos con tinta antes de dormir,
dime por qué sigo recordándote
a cada puto instante y pensando
que la única mejor manera de invertir mi vida
sería compartiendo
latido y sábanas
contigo.
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